Versió Castellà

Catalunya: por una radicalización democrática más allá del 25 N

La convocatoria de elecciones anticipadas por parte de CiU ha obligado a las izquierdas y a los movimientos sociales a adoptar diferentes posicionamientos de coyuntura. Muchos han planteado la necesidad de hacer frente a la actual hegemonía de la derecha y de batallar para que la presión de la calle se haga sentir también en las instituciones. El vértigo electoral, en todo caso, no debería ocultar los retos democráticos de fondo planteados por el 15-M, por las luchas contra los recortes y los desahucios o por las movilizaciones a favor del derecho a decidir. Si de lo que se trata es de cambiar radicalmente las formas de hacer política y de gobernar la economía, lo que necesitamos va más allá del 25 de noviembre. Y para conseguirlo, las gentes de izquierdas y de los movimientos sociales tenemos que ser capaces de crear espacios de encuentro que nos permitan avanzar y construir juntos y mejor.

La gran estafa que explica la quiebra del sistema financiero está violentando los derechos sociales y la idea misma de democracia hasta límites que los tornan irreconocibles. La crisis económica se ha convertido en una crisis social, política y cultural. Frente a ella, sólo las voces de protesta tejidas en las calles y en las redes sociales de aquí y de otros rincones del planeta nos han permitido mantener un horizonte de esperanza. Si alguna cosa hemos aprendido de esta experiencia, es que la superación de la situación actual no puede pasar por los ejes tradicionales de la política.

En Catalunya, este escenario atraviesa las dos grandes cuestiones que han marcado históricamente la vida del país: la social y la nacional. Las movilizaciones recientes han vuelto evidente la injusticia de la gestión neoliberal de la crisis y han servido, al mismo tiempo, para constatar la existencia de un reclamo mayoritario a favor de un referéndum de autodeterminación. Sabemos, sin embargo, que para revertir la actual situación no bastara con conseguir resultados electorales más a la izquierda o más comprometidos con el derecho de los pueblos a decidir libremente su futuro. Lo que necesitamos es redefinir de manera profunda un marco económico, social y cultural que no ha sabido responder a los principales desafíos de nuestro tiempo. Es el sistema lo que está en crisis, y lo que hace falta es la articulación de propuestas que tengan la ambición de superarlo en su conjunto.

En una encrucijada histórica como la actual, la defensa de las propias siglas no debería ser un obstáculo para la construcción de un espacio más amplio y plural. Necesitamos generosidad, tanto en el campo de las izquierdas como de los movimientos sociales. Sabemos cuál es el principio que debería guiarnos: se llama democracia. Real, plena o soberana, el adjetivo solo nos indica que es en su ausencia donde radica el problema.

Si alguna cosa hemos aprendido del 15-M, de las luchas que lo han alimentado y del escenario que ha irrumpido tras la manifestación del 11 de setiembre, es que no tendremos democracia real sin una fuerza plural capaz de darle sentido. Esta fuerza no debería buscar las respuestas en sí misma. Debería ser capaz, más bien, de convocar a todo el tejido social comprometido del país y de impulsar procesos constituyentes que busquen complicidades con otras iniciativas democráticas de Europa y del resto del Estado. Más allá del 25 de noviembre, hace falta abrir un espacio que nos permita tejer nuevas respuestas entre todos y todas y volver a comenzar.

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